viernes, 12 de diciembre de 2008

El hombre misterioso cápitulo 1

- ¿Sabes? estoy pensando que mañana podríamos quedar para irnos de compras. Necesito unos jerseys nuevos para este invierno.
-Me parece bien-respondí.

La puerta del local se abrió y entró alguien. Llevaba un abrigo largo y unas gafas de sol muy oscuras.
¿Gafas de sol? ¿Quién se pone gafas de sol, a las 10 de la noche en pleno Diciembre? Y encima con este tiempo, hace días que el sol está escondido entre las nubes.

Caminó cabizbajo hasta la barra, en cuanto llegó se quitó las gafas y la camarera fue directa hasta él. Fue algo muy raro. Hace unos segundos, la camarera estaba atendiendo a una pareja.
Y un instante después, en cuanto el misterioso hombre se quitó las gafas, ella estaba allí a su lado.
No sé porque, pero ese hombre desprendia algo que me hacía imposible apartar la mirada de él.

-¿Eva, me estas escuchando?-pregunto una voz desesperada a mi lado.

¿Quién me hablaba? Giré la cabeza hacia el sonido y, ¡vaya!
"Sonia", me había olvidado completamente de ella.
En cuanto se abrió la puerta fue como si perdiera el rumbo, me olvidé completamente de donde estaba, de con quién estaba y que estaba haciendo.
Cuando Él, entró. Fue como si nada más importara.

-Em.. no. Perdón,¿Qué decías?- dije un poco atontada.
- Me encanta que pases de mi- me miró con carita de pena, y yo le susurré un "Lo siento,me despisté", y con eso bastó- No pasa nada, pues te estaba contando que el domingo pasado Pablo y yo fuimos a una cafetería donde...

Dejé que siguiera hablando, total, me iba a contar todo lo que había hecho con su novio, el Mister Perfecto, el domingo anterior y no me apetecía para nada, escuchar lo de siempre por enésima vez.
Tenía cosas mejores entre manos, como por ejemplo, agudizar el oído lo máximo posible para intentar escuchar que le estaba susurrando el enigmático hombre a aquella chica.
¿Se conocían de antes? Eso espero, porque sino no entiendo que hace él susurandole al oído.
De repente la camarera, asintió y se fue apresuradamente por la puerta trasera del bar.

Inmediatamente, él se puso sus gafas.
Para después sentarse en uno de los taburetes cercanos a la barra y girarse de tal manera que quedo mirando a mi dirección.


Suspiré en mi interior cuando pude ver con exactitud su rostro.
Contemple asombrada, sus carnosos labios, su perfecta nariz y sólo eso, porque las estúpidas gafas no me dejaban ver nada más.
¿Qué hago perdiendo mi tiempo contemplando su rostro inalcanzable?
Y justo entonces, cuando me disponía a pasar de él y escuchar atentamente a mi amiga, nuestras miradas se cruzaron y una corriente eléctrica recorrió por todo mi cuerpo.

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